“La diferencia entre un cristiano y un hombre mundano no es que el hombre mundano sólo siente afectos o «simpatías» y el cristiano sólo siente «caridad». El hombre mundano trata a ciertas personas amablemente porque le «gustan»; el cristiano, intentando tratar a todo el mundo amablemente, se encuentra a sí mismo gustando cada vez de más gente, incluyendo personas que al principio jamás se hubiera imaginado le gustarían.”