“El farol que la bruja había plantado -sin saberlo- brilló día y noche en el bosque narniano, de modo que el lugar donde creció acabó llamándose el Erial del Farol; y cuando, muchos años más tarde, otra niña de nuestro mundo entró en Narnia, una noche nevada, la pequeña encontró el farol todavía encendido. Y aquella aventura estuvo, en cierto modo, conectada con las que te acabo de contar. La cosa sucedió así. El árbol que surgió del corazón de la manzana que Digory plantó en el jardín trasero, vivió y creció hasta convertirse en un árbol espléndido. Al crecer en el suelo de nuestro mundo, muy lejos del sonido de la voz de Aslan y lejos del aire juvenil de Narnia, no dio manzanas capaces de revivir a una mujer moribunda como había sucedido con la madre de Digory, aunque sí dio las manzanas más hermosas de todo el país, que además eran sumamente saludables, aunque no del todo mágicas. Sin embargo, en su interior, en su misma savia, el árbol -por así decirlo- jamás olvidó aquel otro árbol de Narnia al que pertenecía. En ocasiones se movía de un modo misterioso cuando no soplaba viento: creo que cuando eso sucedía soplaban fuertes vientos en Narnia y el árbol inglés se estremecía porque, en aquel momento, el árbol de Narnia se balanceaba y oscilaba bajo un fuerte vendaval del sudoeste. Fuera como fuese, se demostró más tarde que quedaba aún magia en su madera; pues cuando Digory era ya un hombre de mediana edad -que se había convertido además en famoso erudito, catedrático y gran viajero- y la vieja casa de los Ketterley le pertenecía, estalló una gran tormenta en todo el sur de Inglaterra que derribó el árbol. Como no soportaba la idea de hacer que lo cortaran para convertirlo en leña, pidió que construyeran un armario con parte de la madera, que luego colocó en su enorme casa en el campo. Él no descubrió las propiedades mágicas de aquel armario, pero otra persona sí lo hizo, y así empezaron todas las idas y venidas entre nuestro mundo y el de Narnia, sobre las que puedes leer en otros libros.”
Clive Staples Lewis was born in Ireland, in Belfast on 29 November 1898. His mother was a devout Christian and made efforts to influence his beliefs. When she died in his early youth her influence waned and Lewis was subject to the musings and mutterings of his friends who were decidedly agnostic and atheistic. It would not be until later, in a moment of clear rationality that he first came to a belief in God and later became a Christian.
C. S. Lewis volunteered for the army in 1917 and was wounded in the trenches in World War I. After the war, he attended university at Oxford. Soon, he found himself on the faculty of Magdalen College where he taught Mediaeval and Renaissance English.
Throughout his academic career he wrote clearly on the topic of religion. His most famous works include the Screwtape Letters and the Chronicles of Narnia. The atmosphere at Oxford and Cambridge tended to skepticism. Lewis used this skepticism as a foil. He intelligently saw Christianity as a necessary fact that could be seen clearly in science.
"Surprised by Joy" is Lewis's autobiography chronicling his reluctant conversion from atheism to Christianity in 1931.